Macintosh 128K (1984). Danielbaise vía Wikipedia.

Las transformaciones tecnológicas en la industria de la comunicación han reconfigurado la manera de producir, distribuir y consumir información. Desde los años ochenta, las redacciones de prensa escrita comenzaron a incorporar ordenadores y herramientas digitales incipientes, aunque sus capacidades eran limitadas y poco fiables.

A mediados de los noventa, la expansión de internet ofreció nuevas vías para llegar al público, pero las velocidades de conexión eran bajas, la mayoría de los usuarios se conectaban mediante módem de marcación y las aplicaciones basadas en la web todavía se encontraban en una etapa experimental.

Aun así, aquel período marcó el inicio de los proyectos “puramente digitales” en distintos medios locales, que en esa época veían el futuro como algo distante e incierto.

La aparición de dispositivos como el Macintosh, presentado en 1984, supuso uno de los primeros indicios del cambio que se avecinaba, aunque el verdadero impacto de la revolución del diseño y la autoedición tardaría aún en llegar.

Posteriormente, el avance de la banda ancha, el desarrollo de la telefonía inteligente y la eclosión de redes sociales como Facebook o plataformas de vídeo como YouTube transformaron de forma radical el entorno mediático, forzando a los periódicos y emisoras de radio y televisión a repensar sus modelos de negocio y su relación con la audiencia.

En este proceso, numerosos medios experimentaron con proyectos de participación comunitaria y foros en línea que no siempre tuvieron éxito en sus primeras versiones, pero anticiparon rasgos fundamentales de las redes sociales actuales.

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Jay Small, profesional con 40 años de trayectoria en periódicos locales y digitales en Estados Unidos, ha publicado en Localmedia un amplio reportaje en el que reflexiona sobre cuatro décadas de cambios en el sector y ha propuesto un conjunto de enseñanzas que, desde su perspectiva, pueden servir de orientación a quienes inician su camino en medios locales o buscan renovar sus productos informativos.

Según Small, la primera de estas lecciones insta a considerar que los éxitos y fracasos rara vez son definitivos. Durante los años noventa, varios medios locales ofrecieron servicios de “autopublicación comunitaria” que no lograron consolidarse y se abandonaron en poco tiempo. Sin embargo, la idea de fomentar la participación y el intercambio de contenidos entre usuarios reapareció con fuerza en las redes sociales que surgieron más de una década después. Para Small, el hecho de que un proyecto no funcione en un contexto determinado no significa que los conceptos subyacentes carezcan de potencial en el futuro.

La segunda lección expone que los procesos de desarrollo de productos no pueden ceñirse a un único ciclo presupuestario. Con frecuencia, las áreas de innovación deben ajustarse a restricciones financieras inmediatas, lo cual limita la capacidad de experimentar y perfeccionar proyectos a lo largo del tiempo.

De acuerdo con Small, incluso en épocas pasadas, cuando los medios locales podían registrar márgenes de beneficio del 20%, 30% o hasta 40%, era común suspender iniciativas si no cubrían costes en el primer ejercicio. Esta presión se ha agudizado en el contexto actual, con menor disponibilidad de recursos y accionistas que exigen resultados inmediatos. Iniciativas filantrópicas como Press Forward buscan paliar estas carencias y proporcionar fondos para la sostenibilidad de los medios, pero Small insiste en la importancia de reinvertir en innovación y no perder la oportunidad de impulsar proyectos a largo plazo.

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La tercera enseñanza se centra en el diseño de periódicos, webs y otros soportes informativos. Small recuerda la colaboración que mantuvo en la segunda mitad de los noventa con expertos en usabilidad como Jakob Nielsen y Jared Spool, quienes mostraron que, con demasiada frecuencia, los medios extrapolaban criterios de maquetación propios de la prensa escrita o la televisión a las plataformas digitales, generando experiencias poco intuitivas.

En la actualidad, los problemas persisten: sitios con publicidad intrusiva, tiempos de carga lentos, motores de búsqueda internos deficientes o navegación complicada dificultan la retención y el compromiso del usuario. El autor sugiere adoptar mejoras graduales y estudiar la creación de nuevos formatos narrativos que se desmarquen del típico artículo con texto, foto y, en el mejor de los casos, un vídeo de corta duración. Plataformas como TikTok, Reels o YouTube han demostrado la capacidad de formatos más creativos y adaptados a los hábitos digitales del público.

La cuarta lección se refiere a la transformación de la publicidad local. En la era de la prensa en papel y la televisión analógica, las cabeceras obtenían ingresos de grandes anunciantes y de secciones de clasificados que gozaban de amplia demanda. La proliferación de anuncios programáticos en internet ha diluido la relación directa con anunciantes de alcance nacional o regional, y la consolidación empresarial ha restado poder de decisión a las sucursales locales de grandes cadenas.

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Frente a este escenario, Small recomienda enfocar los esfuerzos de venta en los pequeños y medianos negocios, ofreciéndoles soluciones de marketing adaptadas y alejadas de los estándares publicitarios genéricos. El objetivo sería forjar alianzas más duraderas y beneficiosas para ambos, en lugar de delegar todo el inventario de anuncios en operadores externos que acaban gestionando el contacto con el público local.

Finalmente, el autor destaca como quinta lección que la importancia de la huella humana en plena expansión de la inteligencia artificial, que prevé un gran potencial para automatizar tareas y agilizar flujos de trabajo, pero también presenta riesgos como la generación de contenido fraudulento o la difusión de desinformación.

Small aboga por utilizar la IA de manera transparente, informando claramente al usuario sobre cuándo se han aplicado sistemas automatizados y subrayando que, en última instancia, son personas quienes validan y asumen la responsabilidad de las publicaciones. Para él, esa “humanidad inequívoca” se convertirá en una seña distintiva esencial en un entorno donde las máquinas podrían llegar a generar un volumen masivo de textos, imágenes y otros contenidos.

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