[Este artículo de opinión forma parte de la newsletter semanal de Laboratorio de Periodismo. Semanalmente, Lluís Cucarella, director editorial del Laboratorio de Periodismo de la Fundación Luca de Tena y CEO de Next Idea Media, comenta en un artículo algunos puntos de actualidad de la semana en el mundo del periodismo. Suscríbete]
■ EL PERIÓDICO DE ESPAÑA (EPE). El inicio de la semana en el ámbito periodístico estuvo marcado por el despido de Fernando Garea como director de El Periódico de España. Se ha escrito bastante sobre la destitución de Garea, pero no tanto sobre el proyecto en sí y la necesidad de que arraigue un medio de este tipo, en aras de la pluralidad.
Cuando se comunicó la puesta en marcha del nuevo periódico de Prensa Ibérica (grupo en el que crecí profesionalmente), me alegré. Me alegré porque de verdad creo que periodísticamente hace falta en España un medio nacional construido a la inversa que los periódicos nacionales tradicionales, un periódico que complete el panorama informativo actual.
Generalmente los medios nacionales abren en Madrid, y luego van creando una red de delegaciones o corresponsalías (cada vez menos) desde las que se alimenta al periódico y que, en no pocos casos, o están de relleno para cuando escasea la información dentro de la M-30 o sólo aparecen cuando hay catástrofes o cuando los gobernantes de esa región, si son de signo opuesto a los del periódico, han tomado alguna decisión polémica.
El Periódico de España (EPE) nacía en Madrid, pero impulsado por un grupo de medios regionales con una larga trayectoria y arraigo en todas las comunidades autónomas y, en principio, una visión informativa más amplia en lo que atañe a España y sus comunidades.
Pero a los pocos días de nacer el periódico se fue comprobando que costaba bastante plasmar esa filosofía a pesar del rodaje previo, porque no se trata de trabajar la información central y al mismo tiempo ser un agregador de noticias relevantes de las 25 redacciones desde las que publican los 1.200 periodistas de los diarios de Prensa Ibérica, sino de que todo encaje como un puzle, que haya detrás una cosmovisión integradora que esté asentada en ese principio fundacional de contribuir a la vertebración territorial, y que todos los vectores circulen en la misma dirección. Algo, en cuanto a esa coordinación, no acababa de funcionar.
Es cierto, en todo caso, que nunca es tarea fácil alinear e integrar en esa cosmovisión las fuerzas que hay en todos los grupos de comunicación regionales cuando se aborda un nuevo proyecto: directivos de los periódicos líderes, que sienten que pese a su experiencia y fidelidad no se les ha tenido demasiado en cuenta a la hora de impulsar un nuevo proyecto; los últimos periódicos en nacer, que temen dejar de ser demasiado pronto la niña de los ojos del dueño; las redacciones centrales, si las hay, cuyo trabajo sólo se ve si lo publican los periódicos y luchan por estar más presentes en el nuevo proyecto; directivos que tenían sus candidatos a la nueva dirección y que no ganaron la batalla, y no pasaron página…
Sea como sea, el Periódico de España era un buen periódico, camino de convertirse en un excelente periódico digital, que apostaba por los hechos y la agencia propia, y lo hacía con calidad, (y Garea, sobra decirlo, un grandísimo periodista), pero no era el periódico que se anunció, al menos en su misión de presentar una visión territorial nueva. Otro debate es si tres meses es tiempo suficiente para dar por liquidado el primer intento, cuando cierto es que, desde las primeras portadas, muy centradas en Madrid, a las posteriores, algo se estaba moviendo.
La nueva directora, Gemma Robles, ha entrado con la lección aprendida: “En esta nueva etapa, ya lo anticipo, se estrecharán aún más los lazos con el resto de los diarios del grupo y el trabajo en red de más de una veintena de redacciones”.
■ LOS PERIÓDICOS SIGUEN SIENDO DE ELLOS. Hablábamos hace unas semanas en un artículo de la necesidad de tener unas redacciones más diversas e inclusivas y que sean en su composición realmente un reflejo de esa sociedad a la que quieren dirigirse.
La FAPE y la Fundación la Caixa han celebrado una jornada en la que se alerta de que, precisamente, los medios de comunicación «siguen siendo de ellos»; es decir, de los hombres.
Aunque poco a poco muchos medios van incorporando más mujeres a los puestos directivos, aún queda un largo camino para que realmente sea una representación real de la composición social.
No se trata sólo de una cuestión ética, sino de calidad periodística. Redacciones homogéneas producen contenidos homogéneos; redacciones diversas producen contenidos más diversos, más plurales. Se ha avanzado mucho, pero queda mucho por avanzar.
La BBC lleva ya algún tiempo con el proyecto 50:50, al que se han adherido medios de comunicación en español como ElDiario.es, RTVE o La Nación, de Argentina. Sería bueno que cundiera más el ejemplo.
■ POLARIZACIÓN INFORMATIVA. Me llamó mucho la atención otra jornada de este mismo ciclo organizado por la FAPE, en la que se preguntaba si la polarización política había contaminado a los medios de comunicación.
Hubo unanimidad por parte de los directores a los que habían invitado. ‘La profesión necesita de una gran reflexión’, indicaba Bieito Rubido. “Claro que el periodismo se ha contagiado de la polarización. La política ha ido, progresivamente, ocupando y contagiándolo todo: las asociaciones de jueces, las de agricultores, las universidades.
Está todo completamente politizado y, evidentemente, la prensa no iba a ser una excepción»; sostenía Álvaro Nieto. No sólo ellos, que al menos lo reconocen, sino todos los demás, son conscientes de que la polarización está dañando la confianza en el periodismo. Si tenemos detectado el problema, ¿por qué seguimos alimentando esta división desde los medios?
■ LOS DATOS NO SIEMPRE DICEN LA VERDAD. La Associated Press ha pedido a sus periodistas que dejen de enfatizar las cifras de contagios en sus historias porque no son fiables, y el periódico danés Ekstra Bladet se ha disculpado por hacer caso de las cifras oficiales, sin cuestionarlas.
El periodismo se aferra cada vez más a los datos para tratar de salvar la crisis de credibilidad, para enmascarar, en parte, que cada día se publican menos hechos y menos investigaciones, pero más opiniones. Y, lo peor, que muchas de estas opiniones tratan de hacerse pasar por hechos comprobables usando datos. Pero no es así. Cada día hay más noticias que tratan de demostrar sus tesis con datos que apoyan su línea, omitiendo los que son contrarios. Mucha casuística sesgada.
Creo que algunas de las iniciativas de transparencia informativa a las que se acogen los medios, como The Trust Project, deberían incorporar algún indicador nuevo que aborde precisamente el mal uso de los datos. Por el bien del periodismo, por el bien de la transparencia informativa, por el bien de los ciudadanos.