La invasión de Ucrania ha traído de nuevo a la actualidad un debate cíclico en momentos en que sale a relucir lo peor del ser humano, como en atentados, asesinatos, guerras, etc. En general, los periódicos serios huyen de las imágenes demasiado explícitas, y pesa más en su decisión evitar la angustia que la imagen podría causar a los lectores y las familias de las víctimas que mostrar estas atrocidades.

Pero el New York Times ha optado esta vez por mostrar imágenes muy duras. Los editores de fotografía del Times decidieron que, en este caso, exponer la brutalidad de la guerra pesaba más que el decoro. La edición impresa abrió con una fotografía ocupando cinco de las seis columnas en la que se podía ver a una familia atacada por fuego de mortero ruso en el pueblo de Irpen.

“Esta era una fotografía que el mundo necesitaba ver para comprender lo que está sucediendo sobre el terreno en Ucrania”, señaló  Meaghan Looram, directora de fotografía del periódico.

Los rostros de tres de las cuatro víctimas son claramente identificables. El hombre, que sobrevivió brevemente a la explosión del mortero antes de sucumbir, según un artículo que acompaña a la foto, yace boca arriba, con sangre visible en la cara y las manos.

Su competencia más directa, el Washington Post, no lo tiene tan claro: “Todavía hay algunos principios generales. Los principales medios de comunicación tienden a evitar la publicación de fotografías que muestren los rostros de las víctimas o sangre excesiva. La idea no es solo amortiguar el impacto emocional de los lectores y espectadores, sino también salvar a los amigos y familiares de los muertos”. 

Además, recuerda que cuando se trata de soldados estadounidenses, la cosa cambia: “Los principales medios de comunicación rara vez publican fotos y vídeos de soldados estadounidenses muertos en combate, y con frecuencia provocan indignación cuando aparecen”.

Para decidir, en todo caso, tampoco sirve ya la práctica de la era predigital: los editores de fotografía tendían a usar la “prueba de la mesa del desayuno”: ¿una imagen resultaría molesta para un lector que abre un periódico durante el desayuno?, recuerda el Washington Post.

 

Suscríbase con un click, pero si quiere cancelar, llámenos de lunes a viernes en horario laboral

En un momento en que es necesario poner al usuario en el centro de todas las operaciones, las facilidades para cancelar una suscripción a un periódico deben ser las mismas que las que hay para suscribirse. No es defendible, desde ese punto de vista, que la suscripción pueda hacerse con un click y para cancelar, sin embargo, haya que llamar a un teléfono, y además en horarios restringidos.

Es lo que ha hecho El País, que ha cambiado las condiciones que regían la cancelación de una suscripción y exige ahora a los suscriptores que deciden no renovar o darse de baja llamar a un teléfono para solicitar la baja. Además, si quiere cancelar un sábado o un domingo, o cuando acaba de trabajar entre semana, no va a ser posible, porque el servicio de atención al cliente es de lunes a viernes de 9 a 21 horas.

Nuevo aviso de El Pais

En los medios queremos atraer jóvenes, y de vez en cuando en los últimos que pensamos es en ellos. Los jóvenes, y ya cualquier persona en general, está acostumbrada a darse de alta a cualquier plataforma (Spotify, Netflix, HBO Max, Disney, Storytel, etc.), y cancelar de manera sencilla su suscripción cuando le apetece. Ese debería ser el espejo en el que mirarse.

El País asegura que el cambio, que obliga a llamar por teléfono entre semana, responde a un intento por ofrecer “un mejor servicio”.  Aunque apunta que es algo temporal, que están estudiando, se reserva el derecho “a mantener las nuevas condiciones de cancelación de manera permanente, si bien lo avisará con antelación suficiente”.

Entiendo que, obligando a la gente a llamar por teléfono, la persona que lo atienda puede intentar persuadir al suscriptor para que no cancele, ofreciéndolo algún tipo de mejora o descuento, pero mantener la libertad de cancelar en cualquier momento con un click, y que haya una opción para que quien dude, llame por teléfono, no son incompatibles.

Quizá premiar al que cancele por teléfono con una semana más adicional gratuita si finalmente decide cancelar, pero manteniendo la opción de que quien quiera cancele con un click, sería una medida menos antidigital, y más defendible desde el punto de vista del suscriptor.

 

Las revistas impresas de videojuegos renacen por la sobreabundancia de información digital

Quienes tuvimos nuestro primer contacto con videojuegos y programación básica, allá a mediados de los 80, de la mano de un ZX Spectrum, el commodore 64 o el Amstrad CPC, tenemos asociada esa experiencia con las revistas impresas de videojuegos e informática. En mi caso, Microhobby, pero existían también otras como Micromanía, ambas de HobbyPress. Llegarían muchas otras en los 90, pero el advenimiento del mundo digital frenó su expansión y marcó su declive. Los vídeos de los juegos, los gameplays, reinan en los verticales de juegos, y no tienen cabida en el mundo de las letras impresas.

Pero también aquí hay cierto hastío ante la sobreabundancia de información, y el hecho de que se haya abaratado la impresión a pequeña escala, está permitiendo que florezcan nuevos proyectos de revistas de videojuegos.

Lo cuenta The Guardian: “Lo que todas estas revistas confirman es un aspecto de los juegos que a menudo se pasa por alto. Este no es un medio puramente digital, es háptico, se basa en tocar y sentir: el clic de un botón, el giro de un stick analógico, el silbido de un mouse. Las revistas reflejan este placer tangible. Hay una sensualidad en pasar las páginas, en pasar los dedos por una superficie impresa mate. Y a diferencia de un sitio web o un feed de Instagram, una revista ofrece una experiencia discreta y enfocada: no está acompañada por una docena de otras aplicaciones digitales, notificaciones y alertas. Es un respiro de la fatiga de la pantalla, una excusa para disfrutar por completo de algo cuidadosamente editado y curado”.

 

¿Se están convirtiendo (demasiado) los periodistas en el centro de sus historias?

Para los periodistas, leer el behind the scene de los otros periodistas desplazados a Ucrania, sus problemas para obtener información, dónde han ido y cómo trabajan, tiene un indudable interés y ofrece una visión más amplia de lo que sucede en la guerra, en este caso en lo que atañe al ejercicio del oficio.

Pero, para los que sólo quieren saber lo que sucede, quizá los periodistas están convirtiéndose en exceso en el centro de sus historias.

Lo analiza Sarah Manavis en The New Statesman: “Los medios digitales tienen muchas ventajas para el periodismo: la democratización de la información, la capacidad de llegar a audiencias más amplias, el reflejo de las voces subrepresentadas, pero también han tentado a los periodistas a convertirse en el personaje principal de sus propios reportajes. A veces, esta perspectiva puede ser valiosa, como cuando los lectores pueden escuchar, de primera mano, una historia que solo un reportero ha experimentado (como las experiencias de los fotoperiodistas dentro de los disturbios de Capitol Hill en enero pasado). Pero la mayoría de las veces es una elección que oscurece lo que realmente es importante. En tiempos de crisis, es una decisión que irrita: las selfies y el uso intensivo de pronombres en primera persona resultan burdos, egocéntricos y flagrantes (…) En Twitter, los periodistas se vuelven líricos sobre su importancia para la guerra, al tiempo que comparten más sobre ellos mismos, y sus experiencias periodísticas, que sobre las personas cuyas vidas se han visto realmente afectadas”.

Créditos:

Fotografía de cabecera: Járkov, Ucrania: 13 de marzo de 2022. Edificio residencial destruido, como resultado de las explosiones y disparos de los militares rusos que ocupaban la ciudad — © Fotoreserg

 

 

[Este artículo de opinión forma parte de la newsletter de Laboratorio de Periodismo. Semanalmente, Lluís Cucarella, director editorial del Laboratorio de Periodismo de la Fundación Luca de Tena y CEO de Next Idea Media, comenta en un artículo algunos puntos de actualidad de la semana en el mundo del periodismo. Suscríbete]

 

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