Mathias Döpfner, director ejecutivo de Axel Springer, publicó en 2014 una carta abierta dirigida a Eric Schmidt, entonces CEO de Google, titulada “Por qué tememos a Google”, en la que expresaba una profunda preocupación por el dominio de Google y su efecto distorsionador en el mercado.
Detallaba cómo la dependencia de los medios de comunicación del algoritmo de Google para el tráfico web ponía en peligro la autonomía y la viabilidad económica de los medios tradicionales. “El miedo es un preludio necesario para el coraje; sin miedo, no puede haber verdadero coraje”, escribió Döpfner, argumentando que enfrentarse a Google era un acto de valentía necesario.
«Escribí lo que muchos otros pensaban en aquel entonces -señala Döpfner-, pero no se atrevían a decir públicamente. Se describía la dependencia ya existente y creciente de las editoriales, pero también de cada vez más sectores, cuyo tráfico y, por ende, éxito comercial dependían del ranking del algoritmo de búsqueda de Google. Se criticó el papel dominante, monopolizador y, por tanto, distorsionador de la competencia de Google en el mercado publicitario».
El escenario actual
Una década después, Döpfner refleja en un nuevo artículo en el mismo medio en el que publicó la carta original, el Frankfurter Allgemeine, cómo las condiciones han mejorado en parte, pero también han empeorado en muchos aspectos.
«La idealización ingenua de la empresa («Don’t be evil» fue su lema oficial durante mucho tiempo) -sostiene Döpfner,- ha dado paso a una actitud más escéptica en la sociedad. Se reconocen las dependencias creadas, y muchas empresas y empresarios se enfrentan hoy muy públicamente a Google. La pasividad, especialmente de los reguladores estadounidenses, ha dado paso a una actitud activa, orientándose, para sorpresa de muchos, a los colegas europeos tan criticados en Bruselas. En resumen: el espíritu de la época ha cambiado. Google enfrenta resistencia».
«Google ha absorbido prácticamente el modelo de negocio y, por lo tanto, los ingresos de las editoriales»
Pero para Döpner, esta sensación no coincide con la realidad: «Mirando más de cerca, todo ha resultado ser mucho peor de lo que se temía en aquel entonces. Lo que la profesora de Harvard Shoshana Zuboff llama «capitalismo de vigilancia» se ha impuesto en gran medida. Google (o más bien Alphabet) ha absorbido prácticamente el modelo de negocio y, por lo tanto, los ingresos de las editoriales».
La competencia en el periodismo digital añade, «es correspondientemente escasa y, salvo algunas excepciones, un modelo de negocio poco atractivo. La UE ha impuesto desde entonces tres grandes multas antimonopolio que suman unos ocho mil millones de euros contra Google. El comportamiento del monopolista no ha cambiado. Y también la regla estadounidense de que no hay perdón después de la tercera infracción legal parece no aplicarse a Google», explica.
Para Döpner, la lucha de las editoriales por actualizar los derechos de autor a las nuevas realidades digitales finalmente tuvo éxito en la UE tras quince años, aunque llegó demasiado tarde. Las editoriales, ya bajo presión económica, optaron por contratos individuales con Google en vez de una gestión colectiva de derechos, acelerando su propio declive.
A partir de 2023, los modelos de lenguaje de gran escala, que acceden a datos de creadores de contenido, han desfasado el concepto tradicional de derecho de autor, señala. «Y aquí también, Google estaba de nuevo perfectamente posicionado con su producto ‘Bard’ – en un cómodo duopolio con Microsoft y su inversión en Open AI», subraya.
Tras el sombrío análisis de la actualidad, Döpner concluye que ya no se necesita tener miedo de Google, porque se ha llegado a un punto de tanto poder de Google, que los políticos empiezan a moverse de verdad porque ven que se puede erosionar su poder político, y que ese es el punto de inflexión en su complacencia hasta ahora.
«El asunto -detalla Döpner -se ha resuelto por ahora. Google, quizás la empresa más inteligente del mundo, simplemente ha ganado en todos los frentes. A esto se suma que los medios sociales han asumido en gran medida el papel de fuente de información (o a veces también de fuente de desinformación). Las noticias falsas se han convertido en una parte integral de las campañas políticas y las elecciones. Las guerras se deciden hoy en gran medida en Tiktok – y, por tanto, bajo la supervisión del Partido Comunista de China. Las democracias están en declive en todo el mundo».
Para Döpner, «los políticos no aceptarán sin luchar la erosión del poder político. Por eso, las plataformas de inteligencia artificial asegurarán por sí mismas condiciones de competencia más justas y una compensación adecuada del valor intelectual (lo que no es tan improbable) o la política establecerá límites y definirá reglas más rápidamente y con más decisión esta vez, que aseguren que la propiedad intelectual esté tan protegida como la propiedad material. En este escenario, los medios digitales, los periodistas y los autores tienen un buen futuro, porque si no fuera así, no solo los autores, los periodistas y los medios serían cosa del pasado.»