El último informe de la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa 2024 de Reporteros Sin Fronteras (RSF) destaca una alarmante regresión en la libertad de prensa a nivel global, coincidiendo con un año clave en el que más de la mitad de la población mundial votará en elecciones. El estudio señala una caída significativa del 7,6 puntos en el indicador político, que evalúa la autonomía de los medios frente a presiones estatales y políticas.
El informe de RSF, que clasifica 180 países según la libertad de prensa, coloca a Noruega en primer lugar por su ambiente favorable para los periodistas, mientras que Eritrea ocupa el último puesto, superando a la usualmente restringida Corea del Norte. Los países del fondo de la lista, como China, Irán, Afganistán y Siria, continúan siendo entornos extremadamente hostiles para la prensa.
España mejora seis puestos con respecto al año pasado, pasando de la posición 36 a la 30, aunque RSF advierte de varios problemas, entre ellos que «España es víctima de un clima de gran polarización política, del que no se libran unos medios de comunicación en los que la opinión contamina cada vez más a la información, acrecentando la desconfianza de la ciudadanía en la profesión periodística. El apoyo de los partidos independentistas a la coalición de izquierdas, que ha permitido a Pedro Sánchez repetir legislatura, ha agravado aún más esta tendencia. La formación ultraderechista Vox sigue vetando a periodistas y medios de sus actos, y esparciendo informaciones falsas», apunta textualmente el informe.
Este año, la atención del informe se centra en las zonas de conflicto como Gaza, donde más de 100 periodistas han sido asesinados desde octubre de 2023, lo que convierte a Palestina en uno de los lugares más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo. La violencia contra los periodistas también ha sido una constante en las regiones controladas por regímenes autoritarios en el Medio Oriente, donde la represión y la censura se han intensificado, recoge RSF.
El informe también advierte sobre el peligro creciente de la desinformación y el uso de inteligencia artificial en la creación de deepfakes, lo que representa un riesgo emergente para la integridad de la información pública, especialmente durante períodos electorales.