[Este artículo de opinión forma parte de la newsletter semanal de Laboratorio de Periodismo. Semanalmente, Lluís Cucarella, director editorial del Laboratorio de Periodismo de la Fundación Luca de Tena y CEO de Next Idea Media, comenta en un artículo algunos puntos de actualidad de la semana en el mundo del periodismo. Suscríbete]

 

Para comprobar los evidentes paralelismos y similitudes entre lo peor del periodismo decimonónico y lo peor del actual, no hay más que sentarse en la butaca y ver Las Ilusiones Perdidas, la película francesa que ha ganado siete premios César y que se acaba de estrenar en España.

Las Ilusiones Perdidas adapta la novela homónima de Honoré de Balzac, en la que se narra la vida de Lucien de Rubempré, un joven de provincias que se traslada a París soñando con la gloria literaria.

Lucien se iniciará en el periodismo para salir adelante, y en la redacción conocerá a Etienne Lousteau, un experimentado redactor que le cambiará para siempre la inocente idea que Lucien tenía del oficio.

Aquí, como recoge perfectamente La Vanguardia, algunos botones de muestra de lo que era el periodismo en el XIX y en qué se parece a lo peor de ahora:

  • “Las noticias sirven para instruir, para contar a los lectores las novedades de la literatura y el teatro, para dar a conocer el mundo”, dice el ingenuo Lucien la primera vez que pisa una redacción. Pero Etienne, que ya lleva tiempo como redactor, le saca enseguida de su error. “Nuestra línea editorial es muy clara: todo lo que sea probable lo damos por cierto”.
  • Y continúa Etienne con algunas otras claves para hacer que un diario sea rentable: “Las noticias falsas forman parte de nuestro mundo, las llamamos patos, porque corren como cuando alguien persigue a esas aves”.
  • Los rumores nunca deben descartarse, “porque, al publicar un rumor, se genera un desmentido y así ya tienes otra noticia”.
  • Y un último consejo, “ha nacido la prensa de opinión, que es lo mismo que la prensa comercial”.

Por si hay dudas, apuntaba Javier Zurro hace unos días en ElDiario.es: “Sus sueños rotos [los de Lucien de Rubempré] son los de muchos escritores, pero sobre todo los de muchos estudiantes de periodismo idealistas que ven todos los días cómo la mentira abre portadas, las opiniones se venden como noticias y muchos periódicos se han convertido en boletines de intereses empresarios o políticos”.

 

FACT-CHECKERS EN DIRECTO EN LOS DEBATES ENTRE CANDIDATOS POLÍTICOS

En algunos de los debates televisivos que se están desarrollando en Francia, con motivo de las elecciones presidenciales, los fact-checkers están presencialmente también en el plató, comprueban inmediatamente en tiempo real lo que dicen los candidatos, e intervienen para confirmar o negar algunos de los relatos o datos que lanzan los políticos.

Podría normalizarse también su presencia en España, en los debates políticos, al menos en las cadenas públicas, como un servicio más para desenmascarar los relatos que muchos políticos tratan de colarnos como verdad.

Como decía la escritora Carmen Posadas en una charla en Madrid, el pasado miércoles, en la biblioteca Eugenio Trías, en la que también estuvo presente el corresponsal de Liberation en España, François Musseau, y en la que coincidimos varios profesionales del periodismo, “en la actualidad la verdad no existe. La verdad se fabrica. Sólo importa el relato, y el relato no es la realidad”.

 

EL VALOR DE ESTAR ALLÍ PARA CONTAR LA HISTORIA

Es triste que tenga que ser con la invasión de Ucrania cuando algunos periódicos se den cuenta de lo que se ha perdido cerrando corresponsalías en el extranjero y tener que cubrir la guerra con lo que dicen los otros medios, agencias y lo que siguen por Twitter. 

Descubro gracias a la excelente newsletter del editor en jefe de Audiencia en La Nación, Javier Saúl, el artículo de Fernán Saguier El valor de estar allí para contar la historia.

“Los corresponsales -recuerda Saguier- representan la esencia del periodismo profesional, que reporta desde el lugar de los hechos, mirándolo todo de cerca, calibrando tonos, matices, sonidos, colores, y que no deja lugar a dudas, como ocurre en el mundo de las redes sociales. En la era de las pantallas confirmamos que la vivencia y el testimonio directo resultan irreemplazables”. 

Ramón Lobo, en el epílogo a Queremos Saber, un extraordinario libro que ya tiene unos años, pero que sigue de actualidad, decía: “Si renunciamos a enviar periodistas a los sitios, no ya a Afganistán, sino a la calle de enfrente; si creemos que una pantalla de ordenador o una tableta, por muy HD y táctil que sea, puede reemplazar el olor, el color, el miedo, la soledad, las voces y sus silencios, habremos matado el reportaje y el periodismo. Seremos innecesarios. Sólo puro entretenimiento”. 

 

“YA ME CANSÉ DE SER EPIDEMIÓLOGO. AHORA SERÉ INTERNACIONALISTA EXPERTO EN UCRANIA”.

La guerra ha hecho aflorar de nuevo el mismo tipo de fauna que nos entretuvo en lo peor de la pandemia, recuerda Ángeles Caballero en el Confidencial, y trae a colación el meme que está invadiendo las redes: “Ya me cansé de ser epidemiólogo. Ahora seré internacionalista experto en Ucrania”.

Este, el de los seudoespecialistas, es uno de los muchos arquetipos que han salido de nuevo, a pontificar en las redes desde el sofá.

“Y así, -cuenta la periodista- repasando los arquetipos, una se da cuenta de que la primera guerra retransmitida y opinada por redes provoca las mismas reacciones que casi cualquier otra cosa. El festival de Eurovisión, la muerte de un escritor, la lista de ricos de Forbes, el cierre del bar donde comimos el primer sándwich mixto de nuestra vida. Porque en Twitter tampoco hace frío y no se oyen los ruidos de las sirenas”.

 

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